Sinsabores desde la infancia
Sinsabor
- m. Desabrimiento del paladar.
- m. Insipidez de lo que se come.
- m. Pesar, desazón moral, pesadumbre.
Alguna vez tenía que pasar. El pobre Sander ha pasado hoy su primer día enfermo. Seguramente porque es un pequeño solidario y, al ver a sus padres arrastrándose el viernes, no ha podido evitarlo. Por si alguien no es consciente de lo que esto significa, hoy también ha sido el primer día que nuestro hijo estaba enfermo, que es mucho más duro.
Lo de Sander no ha sido nada (o eso parece), una noche de vómitos y bastante flojera pero a nosotros se nos ha hecho todo un mundo. A parte de la pena que da verlo tan apagado, te toca llamar al pediatra varias veces (suerte que es familia), cancelar todos los planes y, por supuesto, buscar farmacias de guardia.
Y con las farmacias, o mejor dicho con la industria farmaceútica, llegan los sinsabores (ver def. 3). Y es que no he podido encontrar ni un solo suero oral sin sabor. Los hay de todo: fresa, frutas, naranja… sólo se echa en falta el de maracuyá y lima-limon. El pediatra me había recomendado uno especial para bebés, el único suero que “intenta parecerse a agua”. Pero incluso esa marca se ha dejado llevar por la moda, y en la última reunión de marketing decidieron añadir aroma de fresa y, por si no bastaba, un sobrecito extra de lactobacilus. Bi-OralSuero baby se llama ahora. Vaya rebranding.
Solo les falta empezar a vender en el Mercadona en el lineal del Actimel.
Al final, no le hemos dados el dichoso suero. Le hemos dejado descansar el estomago 3 horas desde el último vómito y, a partir de ahí, le hemos dado leche materna directamente del pecho, muy a menudo y en muy pequeñas dosis. Parece que ha funcionado y vamos dándole cada vez más.
Diréis: “Vaya exagerado, que tontería de enfado”. Perp si te paras a pensar, desde muy pequeños nos acostumbran a los aromas y saborizantes artificiales (que ni siquiera saben a lo que dicen) y al gusto dulce. Para bebés, casi todas las papillas llevan vainilla, y muchas azucar. Y en cuanto pasas a la niñez, ya no te escapas, estás rodeado de helados, petit-suisses, gelatinas, gominolas, panchitos, etc. Y todos estos productos están sorprendentemente bien vistos.
Y es sólo así, con esos primeros años, como consiguen vendernos, cuando somos ya adultos, agua con sabor a melocotón, chicles y tanta comida preparada.
Estamos tan acostumbrados a esos aromas artificiales que la comida fresca y natural nos parezca un sinsabor (ver def. 1 y 2)… menos mal que existe el ketchup.