Impresionado

Tengo que reconocer que India me ha impresionado. Más que India, lo que esta pasando dentro de esta ciudad y, por extensión, dentro de este país.

Ya me dijeron en Tailandia que puedes intentarlo como quieras, pero que nunca puedes transmitir lo que se siente al llegar aquí. Ahora lo entiendo. Sin duda, a este país hay que venir.

Sin embargo, no voy a perder la oportunidad de esbozaros los choques sufridos estos días en mi cabeza.

Los menos importantes han sido los choques físicos. En parte debido a mi estado de confusión, y en parte debido a puertas bajas y grifos en lugares insospechables, me he decorado la almendra con unos chichones la mar de simpáticos. No os preocupéis, que sigo mal de la cabeza pero no peor.

Los más importantes han sido los choques emocionales.

El primer día, ya que me quedé flipado con la ciudad en si. Los policias, uniformados en blanco (muy) sucio, dirigen el tráfico con palos de madera. Los coches (de pelicula) pitan, no para evitar un choque, sino para advertir que estan en movimiento. Los niños en los semaforos no limpian cristales porque no tienen brazos. No se puede distinguir entre muy pobres, pobres, y no tan pobres. Decenas de personas se duchan en salidas de agua en cada calle. En fin, indescriptible.


El segundo día, empecé a disfrutar de los colores, la vida y la energia de la ciudad. Pero por la tarde fuimos a un centro para niños disminuidos y allí llegó el segundo choque. Los niños estan mejor que en la calle, pero no estan bien. Las hermanas los atienden y los voluntaros les dedican su tiempo, pero la imagen no deja de ser agridulce. Todas esas ‘cunas’ una al lado de la otra con niños que no pueden ni cambiar de postura. Demasiado. Que coño pasa aquí para que las familias rechacen a los hijos enfermos?

Tercer día. Por a mañana tranquilos de nuevo, pero no contentos, nos vamos a un centro para moribundos. El primero que fundó Santa Teresa de Calcuta. Supuestamente, iba a dedicar unas horas somo voluntario, pero más bien, pasé la tarde como visitante en medio de una mezcla de sufrimiento y dedicación. Entre que no sabes de que va el cuento, ni conoces el sitio, ni a la gente (confundí a un trabajador con un moribundo), ni la gente te conoce a ti, y sumado al impacto del momento, me encontré allí perdido, ridiculo e inutil.

Hoy, ya volvemos a estar en modo ‘como en casa’, pero aún nos quedan catorce horas en un tren… ya veremos.

Conclusión, toda una experiencia. Sé que suena terrible, y en parte lo ha sido, pero hay otra parte que aquí no cabe: los voluntarios que nos han enseñado esto y más, maravillosos paseos por una ciudad insufrible, aguilas comiendo de camiones de basura, comida deliciosa, la obra de teatro de los niños del centro, la noticia de que la OMC no va a ningún lado, templos hindús y muchas, muchas otras experiencias de las que nos hacen seguir viajando.

O pensabáis que estoy aquí ‘na má que pa desufrí y desufrí’?!?!

Actualizado: