Tercer día. Por a mañana tranquilos de nuevo, pero no contentos, nos vamos a un centro para moribundos. El primero que fundó Santa Teresa de Calcuta. Supuestamente, iba a dedicar unas horas somo voluntario, pero más bien, pasé la tarde como visitante en medio de una mezcla de sufrimiento y dedicación. Entre que no sabes de que va el cuento, ni conoces el sitio, ni a la gente (confundí a un trabajador con un moribundo), ni la gente te conoce a ti, y sumado al impacto del momento, me encontré allí perdido, ridiculo e inutil.
Hoy, ya volvemos a estar en modo ‘como en casa’, pero aún nos quedan catorce horas en un tren… ya veremos.
Conclusión, toda una experiencia. Sé que suena terrible, y en parte lo ha sido, pero hay otra parte que aquí no cabe: los voluntarios que nos han enseñado esto y más, maravillosos paseos por una ciudad insufrible, aguilas comiendo de camiones de basura, comida deliciosa, la obra de teatro de los niños del centro, la noticia de que la OMC no va a ningún lado, templos hindús y muchas, muchas otras experiencias de las que nos hacen seguir viajando.
O pensabáis que estoy aquí ‘na má que pa desufrí y desufrí’?!?!